Somos uno y el mismo

Pestaneo al unísono,
respiración conectada,
latir en uno mismo,
reírse del separador.

Pero si hasta el habla nos separa.

Rompimiento articulado,
amanecer en conjunto,
sentir en este sismo,
morfarse del devastador.

Pero si hasta el habla nos separa.

Abre brazos de armonía,
pelo rubio, negro, marrón,
morir en el racimo,
despedirse del conmovedor.

Pero si hasta el habla nos separa.

Adiós al habla.

A mansalva

Teleaudiencia en trinchera,
ráfagas de mentiras,
a mansalva.

Ciudadano en el búnker,
bombardeo publicista,
a mansalva.

A veces no siento los oídos,
las explosiones de baba alrededor.

Monotonía en el aire,
polución copiosa,
a mansalva.

Panzas redondas, sangre,
brazos flacos,
a mansalva.

A veces no siento los oídos,
las explosiones de gente alrededor.

El vaso medio vacío,
el bazo medio lleno.

Amputar el verdor en pos del negocio,
no es negocio.

En el acto

En el acto me desarmo,
para que no veas al humano,
sino al ser.

En el acto me rehago,
para que no sientas el naufragio,
sino el volver.

En el acto desintegro,
para que no pienses al malsano,
sino al creer.

En el acto reacomodo,
el hidrógeno y el carbono,
el sentido con el tiempo ido,
el plumaje en el nuevo camuflaje,
el verbalizarte y el multiplicarte,
el presente, el que será y el infinito.

En el acto
sufro las consecuencias
de fundirme en tu pecho.

Marcha atrás

En plena tranformación,
chisporroteo,
cenizas,
la risa descocada,
y yo.

En plena transformación,
vulcanizado,
hecho trizas,
espíritu quebrado,
y yo.

En plena transformación,
columnizado,
depredándolo todo,
levantando vuelo,
y yo.

En plena transformación,
insultando,
cambiando de forma,
rompiendo la piel,
y vos.

Tu mano desciende,
destilando estrellas,
y perfume de rosas.
Se me acerca al rostro furioso,
y a los ojos cortados.

Ahora se cae el pelo,
se esconden las alas,
se retraen las garras,
disminuyen los dientes,
latiendo más despacio.

Poco a poco,
en tu caricia,
vuelvo a ser.

Hombre al medio

Me da la ligera impresión,
que la tele no habla de vos,
no me comenta si se fue el nubarrón, o no,
que en el diario no aparece Dios,
no me dice si Él te llamó,
o si seguimos siendo dos.

Me parece, me pareció,
que la tele nunca me mostró,
cómo sonreír, cómo decidir, cómo abrir
como triunfar y cómo decirle al porvenir,
que en la radio no está tu voz,
ni los pájaros cantándole al sol.

Se me ocurre, se me ocurrió,
que la primera plana leyó,
el crimen, la violación,
el poco humano que soy,
y el que nunca apareció,
fue el abrazo que mi viejo me dio.

Noto que, ni bien abrió,
el noticiero vociferó,
el crimen, el hambre, el que asesinó,
mientras el viento despeinó,
y la cama se desarmó,
y el cielo se despejó.



Hagamos de imprenta la paz,
la televisora bienestar,
la radiodifusora del progresar,
y dejémonos de molestar,
con el blah blah blah blah blah,
parar la pelota y pensar.

Que el hombre es parte amar,
parte abrazar, parte saltar,
parte callar y parte equilibrar,
parte compartir, parte construír,
y no la parte destruír,
que desean demostrar.

Trompada

Cae
y cae
y cae,

como un astro milagroso.

Cae
y cae
y cae,

como enfurecido del sol.

Cae
y cae
y cae,

cual meteoro despertado.

Cae
y cae
y cae,

como roja salvación.

Cae
y cae
y cae,

a la velocidad del sonido.

Cae
y
cae
y
cae
y...


Le parte la nariz al conductor de ojos vacíos.


Roto el vidrio,
cambiá de canal.

De Eduardo Galeano

Lo que me pasa es que no consigo andar por el mundo tirando cosas y cambiándolas por el modelo siguiente sólo porque a alguien se le ocurre agregarle una función o achicarlo un poco. No hace tanto, con mi mujer, lavábamos los pañales de los críos, los colgábamos en la cuerda junto a otra ropita, los planchábamos, los doblábamos y los preparábamos para que los volvieran a ensuciar. Y ellos, nuestros nenes, apenas crecieron y tuvieron sus propios hijos se encargaron de tirar todo por la borda, incluyendo los pañales. ¡Se entregaron inescrupulosamente a los desechables! Si, ya lo sé. A nuestra generación siempre le costó tirar. ¡Ni los desechos nos resultaron muy desechables! Y así anduvimos por las calles guardando los mocos en el bolsillo y las grasas en los repasadores. ¡¡¡Nooo!!! Yo no digo que eso era mejor. Lo que digo es que en algún momento me distraje, me caí del mundo y ahora no sé por dónde se entra. Lo más probable es que lo de ahora esté bien, eso no lo discuto. Lo que pasa es que no consigo cambiar el equipo de música una vez por año, el celular cada tres meses o el monitor de la computadora todas las navidades. ¡Guardo los vasos desechables! ¡Lavo los guantes de látex que eran para usar una sola vez! ¡Apilo como un viejo ridículo las bandejitas de espuma plástica de los pollos! ¡Los cubiertos de plástico conviven con los de acero inoxidable en el cajón de los cubiertos! ¡Es que vengo de un tiempo en el que las cosas se compraban para toda la vida! ¡Es más! ¡Se compraban para la vida de los que venían después! La gente heredaba relojes de pared, juegos de copas, fiambreras de tejido y hasta palanganas de loza. Y resulta que en nuestro no tan largo matrimonio, hemos tenido más cocinas que las que había en todo el barrio en mi infancia y hemos cambiado de heladera tres veces. ¡¡Nos están fastidiando! ! ¡¡Yo los descubrí!! ¡¡Lo hacen adrede!! Todo se rompe, se gasta, se oxida, se quiebra o se consume al poco tiempo para que tengamos que cambiarlo. Nada se repara. Lo obsoleto es de fábrica. ¿Dónde están los zapateros arreglando las media-suelas de las Nike? ¿Alguien ha visto a algún colchonero escardando sommiers casa por casa? ¿Quién arregla los cuchillos eléctricos? ¿El afilador o el electricista? ¿Habrá teflón para los hojalateros o asientos de aviones para los talabarteros? Todo se tira, todo se desecha y, mientras tanto, producimos más y más basura. El otro día leí que se produjo más basura en los últimos 40 años que en toda la historia de la humanidad. El que tenga menos de 40 años no va a creer esto: ¡¡Cuando yo era niño por mi casa no pasaba el basurero!! ¡¡Lo juro!! ¡Y tengo menos de... años! Todos los desechos eran orgánicos e iban a parar al gallinero, a los patos o a los conejos (y no estoy hablando del siglo XVII) No existía el plástico ni el nylon. La goma sólo la veíamos en las ruedas de los autos y las que no estaban rodando las quemábamos en la Fiesta de San Juan. Los pocos desechos que no se comían los animales, servían de abono o se quemaban. De 'por ahí' vengo yo. Y no es que haya sido mejor. Es que no es fácil para un pobre tipo al que lo educaron con el 'guarde y guarde que alguna vez puede servir para algo', pasarse al 'compre y tire que ya se viene el modelo nuevo'. Mi cabeza no resiste tanto. Ahora mis parientes y los hijos de mis amigos no sólo cambian de celular una vez por semana, sino que, además, cambian el número, la dirección electrónica y hasta la dirección real. Y a mí me prepararon para vivir con el mismo número, la misma mujer, la misma casa y el mismo nombre (y vaya si era un nombre como para cambiarlo) Me educaron para guardar todo. ¡¡¡Toooodo!!! Lo que servía y lo que no. Porque algún día las cosas podían volver a servir. Le dábamos crédito a todo. Si, ya lo sé, tuvimos un gran problema: nunca nos explicaron qué cosas nos podían servir y qué cosas no. Y en el afán de guardar (porque éramos de hacer caso) guardamos hasta el ombligo de nuestro primer hijo, el diente del segundo, las carpetas del jardín de infantes y no sé cómo no guardamos la primera caquita. ¿Cómo quieren que entienda a esa gente que se desprende de su celular a los pocos meses de comprarlo? ¿Será que cuando las cosas se consiguen fácilmente, no se valoran y se vuelven desechables con la misma facilidad con la que se consiguieron? En casa teníamos un mueble con cuatro cajones. El primer cajón era para los manteles y los repasadores, el segundo para los cubiertos y el tercero y el cuarto para todo lo que no fuera mantel ni cubierto. Y guardábamos.. . ¡¡Cómo guardábamos!! ¡¡Tooooodo lo guardábamos!! ¡¡Guardábamos las chapitas de los refrescos!! ¡¿Cómo para qué?! Hacíamos limpia-calzados para poner delante de la puerta para quitarnos el barro. Dobladas y enganchadas a una piola se convertían en cortinas para los bares. Al terminar las clases le sacábamos el corcho, las martillábamos y las clavábamos en una tablita para hacer los instrumentos para la fiesta de fin de año de la escuela. ¡Tooodo guardábamos! ¡¡¡Las cosas que usábamos!!!: mantillas de faroles, ruleros, ondulines y agujas de primus. Y las cosas que nunca usaríamos. Botones que perdían a sus camisas y carreteles que se quedaban sin hilo se iban amontonando en el tercer y en el cuarto cajón. Partes de lapiceras que algún día podíamos volver a precisar. Tubitos de plástico sin la tinta, tubitos de tinta sin el plástico, capuchones sin la lapicera, lapiceras sin el capuchón. Encendedores sin gas o encendedores que perdían el resorte. Resortes que perdían a su encendedor. Cuando el mundo se exprimía el cerebro para inventar encendedores que se tiraban al terminar su ciclo, inventábamos la recarga de los encendedores descartables. Y las Gillette -hasta partidas a la mitad- se convertían en sacapuntas por todo el ciclo escolar. Y nuestros cajones guardaban las llavecitas de las latas de sardinas o del corned-beef, por las dudas que alguna lata viniera sin su llave. ¡Y las pilas! Las pilas de las primeras Spica pasaban del congelador al techo de la casa. Porque no sabíamos bien si había que darles calor o frío para que vivieran un poco más. No nos resignábamos a que se terminara su vida útil, no podíamos creer que algo viviera menos que un jazmín. Las cosas no eran desechables. Eran guardables. ¡¡¡Los diarios!!! Servían para todo: para hacer plantillas para las botas de goma, para poner en el piso los días de lluvia y por sobre todas las cosas para envolver. ¡¡¡Las veces que nos enterábamos de algún resultado leyendo el diario pegado al trozo de carne!!! Y guardábamos el papel plateado de los chocolates y de los cigarros para hacer guías de pinitos de navidad y las páginas del almanaque para hacer cuadros y los cuentagotas de los remedios por si algún medicamento no traía el cuentagotas y los fósforos usados porque podíamos prender una hornalla de la Volcán desde la otra que estaba prendida y las cajas de zapatos que se convirtieron en los primeros álbumes de fotos. Y las cajas de cigarros Richmond se volvían cinturones y posa-mates y los frasquitos de las inyecciones con tapitas de goma se amontonaban vaya a saber con qué intención, y los mazos de naipes se reutilizaban aunque faltara alguna, con la inscripción a mano en una sota de espada que decía 'éste es un 4 de bastos'. Los cajones guardaban pedazos izquierdos de palillos de ropa y el ganchito de metal. Al tiempo albergaban sólo pedazos derechos que esperaban a su otra mitad para convertirse otra vez en un palillo. Yo sé lo que nos pasaba: nos costaba mucho declarar la muerte de nuestros objetos. Así como hoy las nuevas generaciones deciden 'matarlos' apenas aparentan dejar de servir, aquellos tiempos eran de no declarar muerto a nada: ¡¡¡ni a Walt Disney!!! Y cuando nos vendieron helados en copitas cuya tapa se convertía en base y nos dijeron: 'Cómase el helado y después tire la copita', nosotros dijimos que sí, pero, ¡¡¡minga que la íbamos a tirar!!! Las pusimos a vivir en el estante de los vasos y de las copas. Las latas de arvejas y de duraznos se volvieron macetas y hasta teléfonos. Las primeras botellas de plástico se transformaron en adornos de dudosa belleza. Las hueveras se convirtieron en depósitos de acuarelas, las tapas de botellones en ceniceros, las primeras latas de cerveza en portalápices y los corchos esperaron encontrarse con una botella. Y me muerdo para no hacer un paralelo entre los valores que se desechan y los que preservábamos. ¡¡¡Ah!!! ¡¡¡No lo voy a hacer!!! Me muero por decir que hoy no sólo los electrodomésticos son desechables; que también el matrimonio y hasta la amistad son descartables. Pero no cometeré la imprudencia de comparar objetos con personas. Me muerdo para no hablar de la identidad que se va perdiendo, de la memoria colectiva que se va tirando, del pasado efímero. No lo voy a hacer. No voy a mezclar los temas, no voy a decir que a lo perenne lo han vuelto caduco y a lo caduco lo hicieron perenne. No voy a decir que a los ancianos se les declara la muerte apenas empiezan a fallar en sus funciones, que los cónyuges se cambian por modelos más nuevos, que a las personas que les falta alguna función se les discrimina o que valoran más a los lindos, con brillo y glamour. Esto sólo es una crónica que habla de pañales y de celulares. De lo contrario, si mezcláramos las cosas, tendría que plantearme seriamente entregar a la 'bruja' como parte de pago de una señora con menos kilómetros y alguna función nueva. Pero yo soy lento para transitar este mundo de la reposición y corro el riesgo de que la 'bruja' me gane de mano y sea yo el entregado. Hasta aquí Eduardo Galeano

69

Rejas del barro de antaño,
tejas de ideas pasadas,
piso de losa radiante,
confort en la zona hogar.

Cuadros de momias vivientes,
calles de miles pisadas,
tono del gris fulgurante,
monótono que siente curar.

Gotas de engrudo que llueve,
pincel sin cerdas que usar,
ética y moral del viejo,
agua del turbio cesar.

Brazos pesados de angustia,
ceño cansado de arrugar,
genio, cadena a la cama,
monstruo, el témpano despertar.

Ojos rojizos sin brillo,
cabeza agachada, acostumbrar,
seno de madre olvidado,
auras del mudo gritar.


Al trote,
al látigo,
a la fuerza,
al galope.
Zanahoria en la cabeza.




Brillo iniciado en el fuego,
alas moribundas batiendo,
foso del odio que te tengo,
hombre pensando en ser nuevo.

Y la demolición.

Enfornaje

Matona de nubes,
borradora de ausencias,
usina de auras,
extraterrestre.

Señora de la luna,
lluvia de purpurina,
caricias subliminales,
punto y aparte.

Artesana de almas,
supresora del pulso,
martillo hidráulico,
anticoagulante.

Sanadora espontánea,
fusión en frío,
sanguijuela de veneno,
teletransporte.

Modo a prueba de fallos.

Aunque sea Hombre

Respirar, en la noche tardía,
mostrar la sintonía del vivir.
Rompiendo los esquemas,
te tengo instalada en el costado.

Ruidos secos, de armonía,
se me cae el revoque en el sentir.
Rearmando los sistemas,
mi corazón dejó de ser un soldado.

Elevado, sin envidia,
ángeles de luz al porvenir.
Organizando mi materia,
átomos de agua en el edificio cerrado.


Desgarro el envoltorio,
con la cabeza pelada de dolor,
abro el pecho, acaricio el montón,
y me deshojo el trecho de enseñanza antigua.

Suturo el agujero,
con las manos temblorosas de dolor,
sangro puro, se me acabó la comezón,
crezco en nervadura, evolución continua.

Sereno

Rompan las cadenas de los dientes,
llenen del temor el calendario,
cubran con dolor el diccionario,
mientan a los que siguen en el vientre.

Corten las lenguas de disidentes,
cosan las gargantas de los muertos,
quemen los castillos de los sueños,
rasguen los velos de los nacientes.

Minen las llanuras de amatista,
surjan de la nada más peligros,
hagan de la vida un gran martirio,
sigan con su perfecto plan de porquería.


Pero no me saquen de tu lado,
no me priven de tu abrazo,
no me cieguen de tus ojos,
no me alejen de vos.


El observador pasivo que soy,
moverá los labios y la tierra,
sentido de soledad,
para enviarlos al espacio,
donde pertenecen.

Guerrero del Arcoíris

Al cansancio,
la demencia,
la amargura,
la locura.

A la sangre,
la dolida,
la perdida,
la sentida.

A lo oscuro,
lo molesto,
lo furioso,
lo rabioso.

Al tremendo,
el zorrino,
el vértigo,
el centrino
y al vino.


Combatiles con sonrisa,
con la dulce y santa brisa,
y la filosa caricia.

Combatiles con el Sol.

Más fuerte que el acero.

Negra corona,
hilos petróleo,
aura sombría,
niebla en la sien.

Giros oscuros,
ojos cerrados,
dulce azabache,
mareado el Amén.

Cúmulo nimbo,
truenos del filo,
sueño nocturno,
ondeando la miel.

Deslices de humo,
cayendo en tu hombro,
parada de pecho,
mirame volver.

Contemporáneo

Tic,

tac,

tic,

tac,

tic,

tac,

tic,

tac.


Ensamble contínuo.

El único molde,
el único diseño.

La fábrica de hombres recortó en colores.


Tic,

tac,

tic,

tac,

tic,

tac,

tic,

tac.

Alma Mater

Él es el ojo del miedo,
el sol y del color.
Él es el robo más grande,
él es el turro esplendor.

Es el luto, el eterno,
las tripas, el dolor,
el olvido y el musgo,
el cielo y el terror.

Es el Sr. Ambigüeste,
aquel poco naciente,
cueste lo que cueste,
tiene fama de agreste,
y de desgaste, olor a peste.

Es el trigo potente,
es el vestido de verde,
es el "ojos de repente",
es el nuevo amigo, muerte.

Ríos de sangre,
semillas de metal.

Angelux

Abrís los ojos,
e iluminás el cuarto oscuro.

Abrís la boca,
y encandilás al sol rotundo.

Abrís las manos,
y queda chico todo el mundo.

Abrís el alma,
y el amor se hace vagabundo.


Abrís la mente,
abrís la brisa,
abrís el puente,
abre Artemisa.


Abrís las alas,
respiro profundo,
abro los brazos.

Y la realidad que se hace trizas.

Todo el mundo al piso

Salto, salto, salto,
renuevo, paso a paso.
Crearemos maravillas al volver.

Aunque nos pese el futuro.

Broto, broto, broto,
sencillo, tallo a tallo.
Montaremos arcoíris al nacer.

Aunque nos pese el futuro.

Rompo, rompo, rompo
baldío, todo en todo.
Trotaremos medio mundo al caer.

Aunque nos pese el futuro.


Agachate,
ahí venimos.
Y vamos a cambiar lo que sos.

Timbre

El salitre del sol, inyectado en las venas directo.
Haciendo masa, energizando en todo lo que parece bueno.

El revuelto de cogote, homónimo de los señores muertos.
Oliendo bosta, cinturón de seguridad en los asientos.

Demasiado colorinche para mi gusto,
casi, casi, es un berrinche para mi gusto.

El placebo de la anarquía, insolado al motor erecto.
Mientras abrimos la boca, para llenar a tal sólo efecto.

El mortal ausentismo, provocado por el sueño molesto.
Chocando tipo flipper. ¿Es de lo que se trata todo esto?

Demasiado boludinche para mi gusto,
casi, casi, es de mentira para mi gusto.

Humanos:
nacemos,
crecemos,
apareamos,
morimos,
repetimos...

Se nos rompe el sueño del guijarro soledad.
Se nos queman las alas de esperar.
Se nos vuela el sol de tanto llorar.
Se nos va la vida en el amar.

Dios está adentro.
Golpeando las manos.
 

Design in CSS by TemplateWorld and sponsored by SmashingMagazine
Blogger Template created by Deluxe Templates