Me calcinó la mirada,
lo curvilíneo,
atropurpúreo enloquecido en tu cintura.
Me calcinó la mirada,
la profundidad,
rojinegro rebozado en tu morir.
Me explotaron los oídos,
la vibración,
más carcajadas de las que había en mi locura,
Me explotaron los oídos,
la plenitud,
purasangre en la garganta mi sufrir.
Me tiré,
a contravientos,
sabiendo que me habían sacado el tapón,
por tu larga cabellera.
Y deslizado
me esperancé.
Y por supuesto
me estrellé.
Me reventó el corazón,
el crisantelmo,
arrancaría muchas veces mi latir,
por vivirte otra vez.